El plástico se ha convertido en un elemento prácticamente imprescindible de nuestras vidas. También en materia de protección del medio ambiente, este elemento básico de la vida moderna juega un papel cada vez más importante. Resulta obvio: el plástico convencional se produce, en la mayoría de los casos, a partir de petróleo. Aproximadamente, un 4% de las reservas mundiales de crudo se destinan a ello. Por cada kilogramo de plástico que se fabrica, se liberan a la atmósfera seis kilogramos de CO2. Si se contempla además el rápido agotamiento de los yacimientos, resulta fácil de entender el éxito experimentado en los últimos años por las alternativas ecológicas al plástico convencional, especialmente en la industria del envasado.
El superventas “bio”
El plástico ecológico –o bioplástico- procede, en la mayoría de los casos, de plantas como la caña de azúcar, el trigo, el maíz o la patata, pero también el aceite vegetal. Desde carcasas para teléfonos móviles y vajillas de usar y tirar hasta bolsas de la compra y macetas, pasando por zapatos y pañales, no hay apenas un producto del hogar para el cual no exista una alternativa de bioplástico en desarrollo.
Para los expertos, se trata tan sólo de una expresión más de la creciente demanda de productos sostenibles desencadenada por el auge de los alimentos “bio” de los últimos años. “Hoy es mucho mejor tener una ‘imagen bio' que una imagen convencional. Y las empresas sacan provecho de ello”, explica Norbert Voell, portavoz de Duales System GmbH, la compañía que gestiona el sistema de reciclado de residuos “Punto Verde” en Alemania. “Naturalmente, es mucho mejor saber que la verdura ‘bio' que uno compra en el supermercado viene en un envasado ecológico en lugar del plástico convencional”.
Gran negocio
Una tendencia a la cual los fabricantes de plástico han reaccionado invirtiendo cantidades millonarias en investigación y métodos de producción ecológicos. Actores globales entre los que se encuentran la compañía agroindustrial estadounidense Cargill, la italiana Novamont o el gigante químico alemán BASF. Plásticos biodegradables elaborados a partir del maíz, como la polilactida, son utilizados ya por algunas de las mayores cadenas de supermercados y compañías de alimentación, como Wal-Mart o Coca-Cola.
El plástico ecológico también genera grandes negocios en Brasil. El país es el mayor productor de azúcar del mundo, y la compañía petrolera Braskem explota la floreciente industria de fabricación de etanol a partir de la caña de azúcar para producir bioplástico.
Plástico a partir de los residuos de la caña de azúcar
Lo cual plantea diversas preguntas: ¿Propiciará la producción de bioplástico la tala de bosques, como sucede con los biocarburantes? ¿Se verán desplazadas las cosechas de alimentos? “Los argumentos son similares a los empleados en relación con el aceite de palma”, afirma Voell en referencia al sureste asiático, donde grandes superficies de bosques son taladas y sustituidas por lucrativas plantaciones de aceite de palma.
Proyectos de pequeñas dimensiones exploran nuevas vías para aprovechar el auge de la caña de azúcar sin obviar el debate sobre la sostenibilidad. Un proyecto germano-brasileño en el Instituto Senai-Climatec de Salvador de Bahía produce plástico a partir de los residuos de la caña de azúcar que se genera en las fábricas de etanol. Un residuo, denominado “bagazo”, que normalmente se quema, liberando grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera. El objetivo es que el plástico producido a partir de los residuos de la caña de azúcar pueda sustituir en el futuro al plástico convencional empleado en otro de los grandes sectores económicos del país: la industria automovilística.
Todavía un mercado reducido
El auge del plástico ecológico parece imparable. Sin embargo, hoy por hoy la cuota de mercado apenas representa un 1% del total de la producción de plástico a nivel mundial. La asociación industrial “European Plastics” prevé que el porcentaje crecerá en los próximos años no más allá de entre un 5 y un 10%.
“El motivo hay que buscarlo en los costes de producción, pero también en el hecho de que el bioplástico goza de peores propiedades termomecánicas y de procesado en comparación con los plásticos convencionales”, explica Michael Niaounakis, experto en polímeros de la Oficina de Patentes Europea en La Haya.
¿Menos dióxido de carbono?
Los expertos ven en el bioplástico un auténtico potencial para reducir las emisiones de CO2 y ralentizar así el cambio climático. El plástico ecológico supera al plástico convencional porque requiere menos energía para su fabricación y no contiene substancias tóxicas.
Por de pronto, hacen falta más estudios científicos que demuestren cuán sostenibles son los bioblásticos. “El hecho de que provenga de fuentes renovables no lo convierte automáticamente en mejor para el medio ambiente”, afirma Gerhard Kotschik, de la Oficina Federal alemana de Medio Ambiente. “Hay que tener en cuenta el ciclo de producción en su conjunto. Sólo entonces se podrá afirmar si el bioplástico es menos contaminante que el plástico procedente del petróleo”.
Con el aprovechamiento de los residuos de la caña de azúcar, los productores de plástico ecológico de Salvador de Bahía han aportado una primera respuesta positiva.
fuente: http://www.clarin.com/sociedad/medio_ambiente/Especial-Cambio-climatico-plastico-vuelve_0_395360674.html
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