Hace 60 años, muchos sostenían que la energía nuclear iba a salvar al mundo. Hoy hay que salvar al mundo de la energía nuclear. La energía atómica –se decía- iba a ser barata, segura y confiable. Pero ha demostrado ser cada vez más costosa, peligrosa e impredecible.
Accidentes como los de Chernobyl y Fukushima demuestran que la opción nuclear puede tener consecuencias letales para el medio ambiente y para la salud de las personas. Su vínculo con la industria de armamentos, sus problemas técnicos y económicos y su gran legado radiactivo la convierten en una fuente de energía sucia e insegura.
Por eso, Greenpeace exige abandonar la energía atómica y hacer un cambio hacia las energías renovables.
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